Voy a empezar las reseñas que prometí con un autor clásico. No porque haya que empezar por los clásicos, pues no me gustan esas recetas, sino porque fue lo último que leí. Me refiero al mismísimo Jerome David Salinger. (Hace poco entendí por qué siempre en sus libros ponen “J. D. Salinger”. No dan ganas de leerse a Jerome David).

El libro que recién terminé se llama “Nueve cuentos”, y contiene lo que el título anuncia, no hay engaño. Nueve cuentos maravillosos que desafían todo.

Salinger es un tipo peculiar. Cuando averiguas un poco de su vida te enteras de que publicó muy pocos libros, que no pudo lidiar con la fama y se fue a vivir a un lugar alejado sin dar entrevistas a nadie durante muchos años, pero no me refiero a eso. También, al investigar, conoces que sus libros influyeron a algunos asesinos. En particular a uno de los más tristemente célebres del siglo XX, me refiero a Chapman, el asesino de Lennon, quien leía “The catcher in the rye” el día en que cometió el crimen. Pero tampoco me refiero a eso.

Digo que es curioso, porque así es como puedo describir el encanto que producen en mí sus historias. Me cuesta explicar por qué me gusta. Es como si se comunicara directamente con algo de mi “yo” más entrañable. Porque no es que sean grandes historias desde lo que sucede, ni tampoco que sea una literatura impactante desde el lenguaje o la construcción del relato. Es conmovedor de una manera, digamos que secreta.

En particular me pasa que sus personajes me caen muy bien. Ni hablar de Holden Cauffield, protagonista de “El guardián entre el centeno”, que es casi un amigo. También me pasa con los personajes de estos cuentos. Siento que tienen una inteligencia y una sensibilidad que me interpelan profundamente.

En el último cuento, el personaje principal dice esto:
“Pero a veces, tal vez cuando mi musa se mostraba caprichosa, dejaba la pintura de lado y hacia dibujos. Aún conservo uno. Es la cavernosa vista de la enorme boca de un hombre a quien atiende su dentista. La lengua del hombre es un sencillo billete de cien dólares y el dentista está diciendo, tristemente, en francés: «Creo que podemos salvar la muela, pero tendremos que extirpar la lengua». Era uno de mis favoritos.”


Me parece genial. Amigo, lea los nueve cuentos, se lo recomiendo, será feliz.


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