Minicubas 9. 2017

Poco después de conocerse la muerte de Fidel, se conoció su último deseo. Éste era que no hubiera estatuas con su figura, ni calles o plazas con su nombre. Antes de terminar el año 2016, la Asamblea Nacional del Poder Popular convirtió en ley esa última solicitud.

Sorprendió y generó debate en la isla. Puertas adentro, pues aún es muy reciente su muerte, se discutía cuánto de valioso tuvo ese gesto de despedida. Se cuestionaban algunos si no era incoherente con su historia más reciente. Si nos dejaba un mensaje de la valía de esforzarse por el bien de los demás, o nos legaba una señal contradictoria. Téngase en cuenta que si algo no caracterizó a Fidel, al menos en los últimos 20 o 30 años de su vida, fue la humildad. Se podrán resaltar muchas virtudes, y sé que a sus admiradores más fieros no les gusta ver ninguna mancha, pero su ego elevado se dejaba ver en casi cualquiera de sus actos1. Las manifestaciones de culto a su persona, a lo largo de las últimas décadas, fueron excesivas, a mi modo de ver. Siempre me incomodó, por ejemplo, un cartel inmenso que había en varios lugares de La Habana. Una gigantografía con su cara y un texto que rezaba “vamos bien”. Nada más.

  
           
La ley aprobada no impedía que se dieran manifestaciones más efímeras que una estatua o el nombre de una calle. Me impresionó entonces ver tantas fotos, frases, carteles relativos a Fidel por todas partes. Había mucho más que antes. Me pregunto qué porcentaje de esas manifestaciones serían generadas por iniciativas individuales y genuinas, y cuántas colocadas por el gobierno. Difícil saberlo. Lo cierto es que era imposible no tener presente a Fidel en cada paso.

Sin olvidar lo que ha sido Fidel para Cuba, lo cuál sería imposible, ni dejar de revisitar su legado (tanto el positivo, como el negativo), es quizás más necesario para la nación, pensar profundamente en cómo estructurar el futuro que se viene, que vitorear al líder que ya no está. Sobre todo porque ante el capitalismo neoliberal, que acecha, es imperioso repensar el socialismo con la brújula puesta en crear nuevas ilusiones, basadas en un sistema más participativo, más eficiente y menos grandilocuente.


1 Recordando que era un ser humano y no un superhéroe, pensé muchas veces que era difícil que así no fuera. Recibió en sus primeros años victoriosos demasiados elogios. Bien ganados seguramente, pero no por ello inocuos. “Qué indefenso está el hombre ante los elogios” dice Kundera en “La Insoportable levedad del ser”.



Minicubas 8. 2017


Leer es de las cosas más placenteras del mundo. Una de sus virtudes laterales es que se puede hacer en múltiples circunstancias. Casi ningún buen lector negará que es hermoso hacerlo mientras se caga. Pero esta modalidad tiene un problema. ¿Qué hacer con el libro una vez terminada la deposición? ¿Dónde ponerlo mientras uno hace lo necesario antes de salir del baño? Baños pequeños, atiborrados de cosas, con el piso o los estantes mojados, etc. suelen complicar el asunto. No imaginé que encontraría la solución en un hotel de Varadero. ¡El posalibros, señores! Creo que todos los baños del mundo deberían tener su posalibros correspondiente. Lectores de todos los países, unámonos. Luchemos por eso.


Minicubas 7. 2017

Cuba va a clasificar pronto a un mundial de fútbol. Diría que al de 2030, pero si me pongo optimista quizás nos topamos a los caribeños dribleando en 2026, o hasta en Qatar 22. No me lo dijo Nostradamus, lo vi en los niños. En cualquier terrenito, calle o parqueo, se ven partidos de fútbol. Los muchachos conocen los nombres de los jugadores, comentan los goles que se hicieron hace un rato en Europa. Hace años que la pasión por el fútbol crece en la isla de manera acelerada. El hecho de que pongan en directo por la TV abierta (la única legal en Cuba) la liga española, la Champions, la Copa del Rey, entre otras competiciones, tiene una clara influencia. Pero además de analizar jugadores y goles, los niños levantan la vista para buscar al compañero mejor ubicado, dominan la pelota con precisión, hacen pases filtrados, fintas vistosas. El sueño no es tan alocado.

Eso sí, como a toda proyección de futuro le puede aparecer un muro delante. Nuestros ladrillos podrían ser que no se modifique la disposición que impide a cubanos que desarrollan su carrera deportiva en otros países, competir por Cuba. O que la emigración aumente de manera exponencial de forma que nuestras potenciales estrellas se marchen antes de tiempo. O que el estado cubano tenga una crisis tal que no pueda dar apoyo institucional ninguno a ese semillero. O, ya que hablamos de muros, que Donald Trump apriete el botón rojo y no haya más mundiales de fútbol, ni países, ni espectadores. Espero que nada de lo anterior ocurra.



Foto: Kaloian Santos Cabrera

Minicubas 6. 2017

Es igual. En el acontecer cotidiano de la isla no cambió nada sustancial. Hace años que Fidel era una figura de la historia. Estaba ahí más como testigo que como participante. El testigo que nunca quiso ser, el observador que jamás imaginó. Pero la naturaleza y los años no dan tregua, ni a las voluntades más tenaces. En la vida práctica del país nada cambió, pero la nación se estremeció. ¿Cómo dudarlo?

Su muerte generó, como en todos lados, todo tipo de sentimientos. Mi sensación es que, dentro del país, la tristeza y la conmoción fueron predominantes. La participación masiva que se vio durante su largo funeral dan fe de ello. Y no creo que esa tristeza pueda ser impostada, ni que esa participación pueda ser de alguna manera obligada, como algunos aseveran. La congoja seguramente tuvo distintos grados. De los tristes, no todos se afligieron por igual. Es probable que a mayor edad, mayor conmoción. Tiene sentido.

Lo que sí es seguro es que a nadie dejó indiferente. Con toda la gente que hablé por un rato, en algún momento me contó qué hacía esa noche, cómo se enteró, a quién llamó. Se dice que esa madrugada sonaron teléfonos sin parar durante varias horas. Hay ciertas cosas que uno no cree hasta que se lo cuenta a alguien.

El duelo duró 9 días y saturó a más de uno. Se valía lamentar su muerte y no querer tantos días de duelo. Por ejemplo porque todos los canales, en cadena, durante esa semana muy larga, no ponían otra cosa que no fuera materiales alegóricos y patrióticos. No hubo ni programación infantil. “Los niños no entienden”, me dijo un amigo que tiene dos niños chiquitos. El penúltimo día del duelo se jugaba el clásico de la liga española. En estos tiempos de fanatismo futbolero un Real Madrid-Barcelona es muy importante para mucha gente. “Asere, yo puedo estar triste y ver el partido. Si quieren lloro por el Comandante  en el entretiempo, pero déjenme distender”, me tiró un socio del barrio.





Minicubas 5. 2017


Una imagen que se repite. Ahora más cruda. Kevin, un niño del barrio, se acerca a mi hijo (3 años) y le pregunta, “¿a qué equipo tú le vas?”. Aunque lo vamos educando bilingüe, su lengua primera es el argentino, así que le traduzco, “te está preguntando ¿de qué cuadro sos?”. “De la celeste”, responde orondo. Kevin (7 años) queda totalmente descolocado. En Cuba hoy, preguntarte de qué equipo eres, es equivalente a inquirir si eres del Real Madrid o el Barcelona. Tremendo. Quizás son los costos de integrarse de sopetón a un mundo cada vez más colonizado por el mercado. Yo soy futbolero desde que nací, pero hace años que los clubes europeos me parecen sumas de dinero que negocian. El buen fútbol de aquellos lares lo miro, pero no puedo apasionarme con una u otra bolsa de plata. Disfruté el desconcierto de Kevin y de su papá, que estaba presente y no supo bien cómo explicarle el insólito. Sentí la respuesta de mi hijo como una íntima y vana rebelión.


Minicubas 4. 2017

Silvia Pérez Cruz tiene un diamante en la garganta y otro en el corazón. En la acogedora salita de conciertos de Bellas Artes, la catalana deleitó con su versatilidad y dulzura. Creo que nunca vi a nadie manejar de manera tan sensual y natural el escenario y la voz. Ella, solita, descalza y con guitarra, pudo comerse el mundo de un bocado esa noche. Precio de la entrada: 10 CUP, es decir 40 centavos de dólar. El suceso, en esa materia, es la regla y no la excepción. Todas las semanas hay espectáculos excelentes en la isla. Artistas foráneos y nacionales de primer nivel se presentan a precios accesibles para cualquier ciudadano. Algo así pasa en pocos países del mundo. Eso también es Cuba. Al menos todavía. Y no es poco.


Foto: Kaloian Santos Cabrera

Minicubas 3. 2017

Nadie sabe para dónde va el barco. Le pregunté a varios amigos que viven en Cuba. Entre ellos artistas, científicos, economistas, filósofos, maestros, sociólogos, etc. Ninguno lo sabe ni lo intuye. O lo que es peor, si lo imaginan no lo dicen. Nunca los vi tan desorientados. Curioso es que nadie parece estar nervioso. Es tan incierto el futuro que ni asusta. Como si la incertidumbre diera la vuelta sobre sí misma y nos dijera: “vive el presente y después vemos”. Es  un lindo mandato, pero no tan fácil de cumplir. Es cierto que nadie parece saber para dónde va éste mundo convulso, pero el futuro de la isla parece más ignoto aún. El cóctel es complejo y difícil de desentrañar. Hago un humilde intento.

El general presidente tiene 85 años. No hay ninguna figura con liderazgo o legitimidad clara detrás suyo. El sistema se actualiza de forma extraña y desordenada. Los lineamientos que deberían guiar los cambios tienen más retórica que instrucciones concretas. La práctica y el discurso estatal viven en permanente contradicción. La prensa oficial, aunque algo se ha acercado, sigue muy lejos de la realidad sonante. La no oficial, apenas existe1. Los ciudadanía sigue sin posibilidades serias de participación en la toma de decisiones. Los más jóvenes se forman en un clima de desmotivación por un futuro de construcción colectiva. La vida diaria es cada vez más cara y mercantilizada, con salarios estatales que siguen siendo muy bajos. El acercamiento diplomático con Estados Unidos generó muchas expectativas, pero el bloqueo sigue en pie. El crecimiento de negocios privados o el aumento considerable del turismo han repercutido con tibieza en la mayoría de los cubanos de a pie.

Estos son sólo algunos  de una larga e inagotable lista de ingredientes que caen en esa caldera llamada futuro. Cada cubano va cocinando la suya. No hay receta. Si a la poción le faltaba sal, a la potencia que tenemos al lado ahora la gobierna un loco.


1 Han surgido, en los últimos años, espacios periodísticos virtuales muy interesantes. Sitios web donde se debate el presente y futuro de Cuba con intensidad y profundidad. No obstante, estos espacios siguen teniendo escasa llegada al grueso de los cubanos. En parte porque la conectividad es aún muy reducida, en parte porque un sector amplio de la sociedad está cansada de debates intelectuales.

En la foto, Interactivo con otro invitado de lujo. El Noro.

Minicubas 2. 2017

Hace dos o tres años, en un concierto de Interactivo, escuché un profético coro. “Ayyy, Obama, vuélvete loco, y ven pa La Habana”, cantaba entonces Francis del Río, y en aquel momento no parecía más que otra de sus deliciosas locuras escénicas.  Todos sabemos qué pasó después. Hace dos o tres semanas fui, otra vez, a ver al mejor grupo de fusión cubano de los últimos años. Tenían de invitado el mismísimo José Luis Cortés. Son las 2 am de un miércoles, y al Bar Corner no le cabe un alfiler. El Tosco agarra la flauta y sopla como él sabe. Un mostro de aquellos, para qué decirlo. Luego coge el micrófono y lanza su coro:  “Donald Trump, Donald Trump, quita el bloqueo, y no te haga el cabrón”.


Minicubas 1. 2017

  Los cubanos en viaje hacia la isla siempre llevamos un equipaje muy cargado. Con cosas tan insólitas como esponjas de fregar, frazadas de piso, o papel higiénico; dependiendo de lo que esté perdido por esos días. (Aunque puede que lo insólito viaje también en sentido inverso. Al menos así pasa en “Gozar, Comer y Partir”, donde una de las protagonistas se lleva aspirinas cubanas, “las únicas que le quitan el dolor de cabeza”, y hasta calabaza para su Oshún).


Esta vez iba yo con un pianito eléctrico para mi sobrino de 6 años. Quería que no lo detectaran para evitar el trámite de la declaración y salir cuánto antes del aeropuerto. Convengamos que disimular un piano es complicado, máxime si hago algo tan tonto como dejarlo en su propia caja. Mientras esperaba las maletas entablé cierta empatía con la primera oficial de aduana que debía sobrepasar. Quizás por eso no reparó en la caja oblonga donde iba el teclado. Me sonrió y me dejó pasar. Salía yo cuasi victorioso con todo mi equipaje intacto, el pianito encima de todo, cuando me detiene la última oficial. “¿Esto es de juguete o es un piano? ¿Cuánto costó?”. “Nooo, es un pianito de juguete, esto no vale nada” le digo con total convicción. “Señor, tenemos que revisarlo, vuelva atrás y vea a aquella oficial”. Doy la vuelta y camino hasta encontrarme con mi amiga. Le explico. Para reafirmar mi aseveración de que es un juguete señalo el dibujito de las baterías que tiene la caja (el piano funciona por pilas, o por cable). Ambas oficiales están separadas por unos 50 metros. La muchacha mira la caja, levanta la vista y grita de un extremo a otro del pasillo: “Nancyyyy", y señalando hacia mi equipaje, "es un jugueteeee”.  Desando mis pasos. Estoy afuera. Hola, Cuba.

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