“Y si por un azar de la vida, usted se encuentra a salvo,
no olvide al vecino que almuerza una soga de barco”.
Buena Fe

Hace un par de días leí un post que escribió Roberto San Martín sobre el grupo cubano Buena Fe a raíz de su concierto en Miami. A través de su escrito me enteré de que el actor reside allí. Lo había dejado viviendo en España, o sea, por allá andaba la última vez que supe de él.

Primero lamenté su texto, porque a Robertico le tenía cariño. Personalmente no lo conozco, pero hace varios años encarnó de manera magistral el personaje de “Tito” en la conmovedora película “Habana Blues”. Una cinta que marcó a parte de mi generación, y que a mí me revolcó por el piso. No es, a mi juicio, una obra de arte magistral, pero toca fibras vitales de una manera sumamente sensible, acaso en el momento preciso. Particularmente los personajes se vuelven entrañables.

Como decía, le tenía cariño, en pasado. Cuando leí el texto del actor se me fue el cariño con la misma rapidez superficial con la que me llegó. De todas maneras a “Tito” lo voy a seguir queriendo, no sé qué fue de “su vida” pero mejor así.

El concierto que propició el texto de marras, lo dio Buena Fe en Miami el pasado 18 de Septiembre y generó gran polémica en esa ciudad. Una parte de los habitantes de esa urbe estaban en contra de que ocurriera el concierto. En medio de varias injurias contra estos músicos, sus detractores arguyen que son “comunistas”, y les enrostran como males imperdonables haber cantado feliz cumpleaños a Fidel el pasado 13 de agosto, haber cantado en los funerales del ex-presidente venezolano Hugo Chávez y haber llamado, unos años atrás, “puñeteras” a las damas de blanco.

Estuve leyendo un rato comentarios de habitantes de esa ciudad, a favor y en contra del concierto. Leí además algunos artículos previos al de San Martín. Me pasa una cosa curiosa. Entre estos dos bandos yo apoyo con mis dos manos levantadas a los que decidieron llenar el Miami Dade Country Auditorium. No obstante no comparto la razón esencial que esgrime la mayoría 1 de los que apoyaban que el concierto se realizara. En cambio, los que se oponían al concierto me parecen anacrónicos y malintencionados, pero concuerdo con el argumento esencial que esgrimen. Contradicción a la vista. Les cuento.

Me refiero a la afirmación de que la política y el arte no tienen relación alguna. Parece que en Miami un ciudadano es tolerado por la comunidad incluso si va a un concierto de un grupo que reside en Cuba y le cantó feliz cumpleaños a Fidel. Pero ya decir que apoya ciertas corrientes o ideas políticas es inadmisible. Por ejemplo, decir que te gustan algunas de las medidas políticas que llevó adelante en su país el ex presidente Chávez, puede convertirte en una especie de bicho aborrecible. Y bueno, ya decir que “no odias a los Castro” es sacrílego. Parecería que como mucho se “puede” esquivar todo eso y decir, “no, yo de política, nada”.

El tema tiene enjundia y queda para otro post un análisis más profundo, pero a grandes rasgos creo que por supuesto el arte y la política están estrechamente relacionados. Pero no sólo el arte, sino absolutamente todo. La política no es más que la vida de todos como conjunto. Si las personas que dirigen algunos proyectos políticos le parecen lamentables, no olvide que esas personas salieron de las sociedades que tenemos y de la que somos todos responsables irremediablemente. Incluidos los que creen que se salen por decir cosas  como “a mí la política no me interesa”.

Pese a lo anterior, me parece un mal camino proponer no disfrutar de una obra de arte por el hecho de que el autor tenga ciertas ideas o posturas.  Las ideas políticas de Mario Vargas Llosa están en las antípodas de las mías, pero pobre de mí si por eso me hubiera privado de su maravillosa obra narrativa, por poner un ejemplo entre miles. No obstante, si alguien decide que no admirará más la obra de una persona por sus opiniones políticas. Que no irá más a sus conciertos, o no comprará sus libros, sus cuadros, sus discos, porque eso sería apoyar a la persona a la cual no desea ver progresar, hacer fama. Lo respeto como opción personal. Lo que sí me parece descabellado es pretender exigirle eso al resto, o sea, masificar la intolerancia que se decidió para sí.

Pero Roberto San Martín va más allá en su texto. Se erige cual Dios omnipotente y pasa a decidir qué es arte y qué no, quién es artista y quién no.  “Yo soy un artista y vivo del arte y se que el arte debería estar por encima de cualquier posición política del artista. Pero digo arte y artista. Buena fe no tiene ni de uno ni de la otra”, nos dice. Cada uno es libre de tipificar el mundo como quiera, pero arrancar así, titulándose a sí mismo como artista y quitando esa categoría a un grupo sumamente popular, parece por lo menos un poco osado. A mí me da vergüenza ajena más bien.

Algunas líneas antes el actor había pontificado sobre la coherencia. Imparte cátedra diciendo que: “Lo que realmente me molesta de Buena Fe es su falta de coherencia. Y la ignorancia  que destapan”. La coherencia es otro tema complejo y su tratamiento en detalle también lo dejo para otro texto. No obstante, creo que todos somos incoherentes de alguna manera, lo cual no quita que debamos esforzarnos por serlo. No puedo asegurar que Roberto no es un ejemplo intachable de coherencia entre lo que dice y lo que hace en su vida diaria, y como bien me señalaba hace unos días mi amigo Yovany, entre lo que hace y lo que hace. Pero, así por especular, me atrevería a decir que no lo es. Sobre todo por un hecho estadístico, la inmensa mayoría de las personas no lo somos. El mundo no lo es.

De todas maneras existen límites, y cada uno elegirá cuánto de incoherencia le parece permisible. Creo que junto a la coherencia habría que ver con cuánto se compromete cada uno. Si no te comprometes con nada, si predicas que sólo te importa tu vida y mejorar personalmente cueste lo que cueste, violando incluso cualquier principio, entonces tal vez es fácil ser coherente. Quiero decir, si bien la coherencia es un bien preciado, no es para mí el único ni el mejor medidor para elogiar o criticar a alguien.

Buena Fe no es un dechado de coherencia. Conozco a algunos artistas y también no-artistas que lo son mucho más. Su punto más flojo lo vi cuando en vísperas de otro viaje a Miami negaron haberle dicho “puñeteras” a las damas de blanco, cuando existe un video donde se recoge claramente el momento en que lo hacen. Luego dieron marcha atrás con la negación y pidieron disculpas. En una entrevista reciente, Israel Rojas, líder de la banda, responde todas las preguntas de una reportera filosa de Miami. Sin perder la dignidad, ni negar nada de lo que han hecho, ni de lo que son, se mueve hábilmente en aguas difíciles para bojear diplomáticamente los temas más candentes. Está claro que Buena Fe quiere poder tocar en Miami, y también que quiere ganar dinero, algo que a mi juicio no está mal per se.

En mi caso les perdono sus pequeños huecos de coherencia, porque hacen cosas que me parecen valiosas. Por ejemplo tocar por toda Cuba. Ir a ciudades pequeñas y pueblitos de la isla a darle alegría a la gente, algo que no necesitan hacer, ni para ganar fama, ni menos para ganar dinero. No me olvido tampoco de cuando grabaron hace unos años un tema con Los Aldeanos (muy bueno, por cierto). No ahora que Los Aldeanos andan viajando por todo el mundo y les va sumamente bien, sino cuando en Cuba casi todos les daban la espalda. Cuando los autoridades, que siempre los han mirado mal, no les permitían salir del país, en una de esas incomprensiblemente estúpidas medidas del gobierno cubano. Me pareció un acto valiente y que aportaba a la aceptación de la diversidad que necesitamos en Cuba (y en todos lados).

Pero sobre todo valoro que sus canciones sean muy populares en Cuba. Sus letras son reflexivas, tocan temas importantes, critican y ponderan realidades del entorno nacional y también de la aldea global que tenemos en este mundo tan torcido. Que algo así llegue a los jóvenes de mi país, desde un grupo que hace sus canciones allí mismo, me parece excelente. Sobre todo cuando hay poca competencia de discurso (que logre ser masivo, quiero decir) al desastre del reggaetón que en la inmensa mayoría de sus textos promueve la mercantilización, la mujer vista como un objeto y el afán por los bienes materiales y el dinero por encima de todo y como mayor valor. Y no sigo la lista porque parezco un abuelo.

(Quiero aclarar que no soy un fan de Buena Fe, sólo me gusta. Algunos de sus temas me parecen melosos en la música, y algunos de sus textos los encuentro simples, predecibles y pegajosos  a través de metáforas fáciles. Sin embargo, otras muchas de sus canciones me parece muy buenas. En cualquier caso, ni siquiera el primer grupo de canciones escapa a lo que digo en el párrafo anterior).

En el otro extremo, el “aporte” del quizás muy coherente Roberto San Martín a su país de origen es ser un partidario del bloqueo férreo de USA hacia Cuba. Él, desde Miami, se adhiere, con mucho orgullo, a las posiciones más duras. Le molesta muchísimo que los cubanos (imagino que se refiere a los residentes en la isla) entren “a este país como perro por su casa”. Dice además que hay que luchar por ahogar a Cuba, que “[…]el enemigo es más grande que dos viejos de mierda con ínfulas de mafiosos. El enemigo está en cada artista que regresa a recuperar su ego. El enemigo está en cada remesa de dinero que se le manda a Castro. En cada viaje a ver a la familia […]”. Penoso. Muy.

Finalmente me dio pena con Robertico. Me dio pena, porque creo que está enfermo de ese resentimiento amargo que lamentablemente aqueja a algunos cubanos emigrados. En definitiva la gente no es culpable de sus enfermedades, quizás ni siquiera de esas del alma como la amargura y el odio. Me dio pena además su blog horrible (bueno, quizás dicen lo mismo del mío, pero yo no soy un personaje público), su muy mala redacción, sus faltas de ortografía (entre otras perlas dice que las canciones de Buena Fe están “Echas para caer bien”).

Como dije ya no le tengo cariño, pero si mañana trabaja en una película o una obra de teatro que esté buena, no dudaré en ir a verla. Quizás, como “Tito”, me cae bien el personaje que encarne y me conmueven sus dotes actorales.

Daniel Silva Jiménez



1 Cuando digo “mayoría” mi aseveración no es rigurosa, porque no tengo encuestas de opinión bien calculadas a mano. Esto y también mis apreciaciones sobre el sentir de grupos de personas, son eso, apreciaciones mías, que como las de cualquiera, pueden estar equivocadas. Y como cualquier generalización también tendrá excepciones.

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